30 de abril de 2008

¿Y la última frase?

"Sudé lágrimas, lloré sangre, sangré tinta, reí y viví... Pero por fin, se había terminado de escribir el libro.
Un proyecto que se cerraba, con la satisfacción de un esfuerzo bien invertido, con algún sin sabor que se integro en la sensación de haber aprendido de la experiencia.
Durante largo rato pensé que ya podía cerrarse, pero la duda me sobrevoló. Sería coherente la historia, sería simple el lenguaje, sería cierto lo escrito...
El único lector de la obra podría no entender toda la historia. Así que, raudo, me apresuré a leer el tomo... página tras página fuí comprobando la integridad del hilo, el sentido de las oraciones... página tras página... todo parecía conducir hacia el final predecible...
¡¡¡Fatalidad de la tinta, de la pluma y del papel!!!
La última frase, de la última página, de último capítulo del libro esta incompleta...
¿Qué hacer?
Sin la clave final de la historia, el lector podía caer en la confusión... sobre el desenlace real...
Anduve por toda la sala, pensamientos varios recorrieron mi cabeza...
¡Eureka!
La, bendita, claridad del loco cayó sobre mí... tomé el libro... ese que con tanto respecto, entrega y respeto ví escribir al universo... lo puse de perfil... al alumbrarlo con la luz de la vela... lo noté...
¡Las páginas se iban oscureciendo hacia ese inacabado y angustiante no-fin!
Y al igual que Salomón, dividí el texto justo en la frontera en la cual las hojas se oscurecían. Dejando que el libro se hallara ahora formado de dos tomos.
La intuición me hizo leer la última página de aquel libro claro. Y he ahí que se encontraba mi desaparecida frase final...
El libro, se terminaba donde se terminaba, donde el universo dejo de conspirar, y escribir más solo hizo que ocultar el final y engrosar un bello tomo..."

Los tomos oscurecidos, no se deberían de desechar, nos muestran quienes somos y dónde vamos a reflejar... además, sino le ves utilidad didáctica, siempre pueden equilibrar la pata coja de la mesa del té del criterio.

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