20 de agosto de 2008

Con dos tornillos y una brocha haré camino.

La Risueña Vida en otro de sus giros volvió a sorprender al jovén aprendiz de panadero. En su día este había tomado una, repensada, decisión. Marcharse en busca de mejor fortuna a regiones lejanas. No es que la vida le tratase mal en la Aldea del Ángel, era más bien la aspiración de mejorar y siempre buscar algo más.
Transcurrieron semanas de peregrinar, vió su vida puesta en peligroen ocasiones y con el devenir de los días llegó a la aldea de Benalmar. Cuando atravesó los gruesos muros de la atalaya defensiva, un vuelco abatió y emocionó su joven corazón. Esta sensacion, por encima de otros espejismos del camino, era la definitiva; la que andaba buscando. La que motivo su partida, inspirado y lleno de valor en aquella noche de Luna llena.
Poco a poco fué haciendo valer su habilidad entre la gente, demostrándose digno del noble oficio de la panadería. Por fin consiguió su propio horno de pan. Lo que desde antes de su partido se había convertido en una obsesión. Un horno de leña nuevo, listo para usarse. Pero la Risueña Ruleta es así, tras una mala temporada para el cereal, el sector de la panadería quedó menguante en Benalmar. Pensó, entonces que, quizás podría ir tirando con los pocos ingresos que consiguiese, intentando no perder ese flamante horno. Y fué así durante un par de semanas. El martes de la tercera semana de escasez, cuando se disponía a abrir la puerta del horno, la puerta a sus sueños, y quizas a ese algo más, cedió por sus bisagras y cayó al suelo. Aún no había amanecido, con la sola luz de la Luna y el beneplácito de la vida se dispuso a arreglar la puerta de los sueños.
Giros de la vida, Tuercas, tornillos del destino. Descubrió entonces que quizas ese algo más sería el cambio de pensamiento. Dejar de ansiar algo que ya estaba hecho para comenzar a arreglar y fabricar. Al fin y al cabo crear lo propio, hacer las cosas por fin a su gusto. Dejar lo ajeno, hacer un horno a la medida de su alma.


Y es que, en ocasiones, el mejor camino es él que hacemos nosotros. Con nuestras manos, con nuestro criterio, a nuestro gusto. La Risueña Pizpireta me muestra otra página del libro de hoy.
Y, si el bricolaje fuera andar, con dos tornillos y una brocha haré mi camino.

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