14 de marzo de 2010

Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis o CIPA

"El dolor es, literalmente, la barrera que nos impide realizar actividades que lastimen nuestro cuerpo. Muchos creerán que es algo intuitivo, sin embargo, el dolor sirve para alertarnos cuando el daño causado a nuestro cuerpo no es intuitivo o visible".


En ocasiones podemos observar casos de CIPA emocional. Cuyo abordamiento y solución, tiene un difícil pronóstico.

Antes de que sigas leyendo decirte que esto solo es una divagación del autor.
Con todo el respeto y la solidaridad que me merecen los afectos de CIPA. Únicamente usaré la crueldad de la patología como introducción a un pensamiento.

Es difícil saber lo que sientes, cuando ni tú mismo te asomaste a la ventana del alma para ver el contenido.

Amurallada defensa. Obsesión por temor al dolor, que nos lleva a levantar una fortaleza siniestra inexpugnable hasta para nosotros mismos.

Y así nuestro ser permanece al calor y al cobijo de la fría piedra. Mientras la vida nos pasa sin pena ni gloria.

Si, creemos que vivimos intensamente. Una situación tras otra pasa la vida, como desapercibida.

En un instante preciso, nos percatamos de que falta algo en la vida. Ese algo porque él que no valoramos las perdidas, las traiciones... ese motivo por el cual la chispa del amor se apaga, el fuego de la pasión congela corazones y nos sentimos actores de la vida ajena. Al no encontrar la nuestra.

Nos mimetizamos con la gente que nos rodea, hasta que estas personas suben un escalón del camino. Ya sea por un padecimiento propio o exterior a ellos, crecen y aprenden del dolor, de la poética niña.

Reconocen, entonces, el llanto interno que nos ahoga y nos ahogó. Nos invade en ese momento el temor, la confusión, de cómo alguien amenaza con entrar a nuestro bastión. No es tanto el miedo a que nos invada nuestra gente, lo realmente aterrador es que quiera que le acompañemos al interior. Nuestro interior.

El instinto de autoprotección, es cruel caballo desbocado que nos arrastra ante este ataque a la estabilidad de nuestro mundo. Ataque del amigo que ahora es enemigo, no un enemigo cualquiera sino una digna evocación de aquello que nos llevó a cerrar la puerta y tirar la llave de acceso al torreón de nuestra emoción.

Difícil pronóstico para la persona. Que no entiende para que necesitar usar los salvavidas que se le lanzan, en una cueva.

Todo está bien, no hay ningún problema. Conforme con la afirmación. Pero si ya oyes el tic-tac, puede que haya llegado el momento.

El momento de dejar el mimetismo social de la estabilidad. De rodearse de gente que crea nuestras historias, al menos por el momento. Y buscar a esos hostigadores de tu cordura, que dejaste en el camino y, que esperan agazapados en la esperanza de ayudarte.

Este texto no busca remover conciencias. No va dirigido a nadie, aunque ojalá que así se crea. Es pura palabrería de un lunático alicantino, que observa el mundo desde la farola que tiene por horizonte. Un abrazo.

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