15 de febrero de 2010

Vapor y vida.

La locomotora del alma de vapor, y el corazón de acero, siguió con su trayecto.

Muchas estaciones han pasado, muchos momentos recordados.
Las plazas vacías han continuado ocupándose, nuevos pasajeros, nuevas caras.

Siempre fueron curiosas las rutas que, dulce o bruscamente, dibujaba la vía.
Siendo justo, y agradecido, añadiré que más dulces que bruscas.

Es díficil hacer un balance de este corto y largo trayecto.
Resumir cada anécdota del camino, cada vivencia de los pasajeros.
Puede que por eso el hombre de a pie espere a su fin para mirar atrás.

Mis segundos de abordo comienzan a entenderse.
Quizás el tren necesitaba un nuevo rumbo,
quizas fuesen ellos quienes tuviesen que encontrarse.
Poco a poco, aprenden junto a mí, yo de ellos y ellos de mí.

Otra nueva estación.

¡Pasajeros al tren! Dulce llamada que escucho, en mi imaginación.
Ya falta menos para que la megafonía de la vida suene otra vez con la voz de mi ilusión.

Ilusión, qué gozo vivir con ilusión. Gracias.

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