2 de julio de 2008

Nostalgía de un San Pedro cualquiera.

Acabaron los festejos en honor a San Juan, y comenzaron las noches de color y sonido. Pasaron cenas de confirmación de lo sabido. Y llegó el gran día de San Pedro.
Un 29 de junio de 2008 cualquiera, en que se consiguieron logros deportivos, se exhibieron los últimos fuegos de artificio y como no se celebro el Día de San Pedro.
Gente corriente abarrotó lugares públicos y abandonó otros, el nosocomio siguió con su eterna andadura errante, errática. Y yo, pequeño observador del devenir del día, me olvidé de tanto estruendo de pólvora, y liberación de frustaciones, y me quedé mirando la Luna.
Luna, mi dama blanca, que a pesar de estar en su cuarto menguada por el hastío de la cotidianidad de las obligaciones. Lucía tan bella, o más, como todas las noches de los últimos noventa días de mi vida, su vida.
Hace ya tres meses que tengo el telescopio situado en el cuadrante de la felicidad. Y doy gracias a la vida por haberme orientado hacia esta Luna que me irradia de ensueño y magia.

"Si navego, me perderé.
Feliz pérdida.
En el día o la noche,
erraré mi rumbo.
No, no soy mal marinero.
Es mi sextante,
que, de piel y alma,
que solo me indica el rumbo hacia la Luna."

No hay comentarios: